El señor de las moscas, de William Golding


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EL SEÑOR DE LAS MOSCAS, de WILLIAM GOLDING

“De un tirón sacó la navaja de su funda y la clavó en el tronco de un árbol.  La próxima vez no habría piedad.  Se volvió y les miró con fiereza, retándoles a que le desmintiesen.  A poco salieron a la luz del sol y  se entretuvieron algún tiempo en busca de frutos comestibles…”

 

El Perfume, de Patrick Süskind


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EL PERFUME, de PATRICK SÜSKIND

 Era de constitución fuerte; quien sobrevive al propio nacimiento entre desperdicios, no se deja echar de este mundo así como así. Podía tomar día tras día sopas aguadas, nutrirse con la leche más diluida y digerir las verduras más podridas y la carne en mal estado. Durante su infancia sobrevivió al sarampión, la disentería, la varicela, el cólera, una caída de seis metros en un pozo y la escaldadura del pecho con agua hirviendo. Como consecuencia de todo ello le quedaron cicatrices, arañazos, costras y un pie algo estropeado que le hacía cojear, pero vivía. Era fuerte como una bacteria resistente, y frugal como la garrapata, que se inmoviliza en un árbol y vive de una minúscula gota de sangre que chupó años atrás. Una cantidad mínima de alimento y de ropa bastaba para su cuerpo. Para el alma no necesitaba nada.”

El hombre invisible, de H.G. Wells


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EL HOMBRE INVISIBLE, de H.G.WELLS

“Seguidamente se quitó las gafas, y todos los que estuvieron en el bar contuvieron la respiración.  Se despojó del sombrero, y con un movimiento violento, se arrancó los bigotes y los vendajes. Durante uno instantes, los espectadores de esta escena se negaron a creer lo que tenían ante la vista.  Un escalofrío recorrió a todo el grupo…”

El escarabajo de oro y otros cuentos, de Edgar Allan Poe


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EL ESCARABAJO DE ORO Y OTROS CUENTOS, de EDGAR ALLAN POE

 “…A cada lado del cofre, cerca de la tapa, había tres argollas de hierro -seis en total-, por medio de las cuales seis personas podían asirla.  Nuestros esfuerzos unidos sólo consiguieron moverlo ligeramente de su lecho.  vimos en seguida la imposibilidad de transportar un peso tan grande.  Por fortuna, la tapa estaba sólo asegurada con dos tornillos movibles.  Los sacamos, trémulos y palpitantes de ansiedad…”

El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta


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EL CARTERO DE NERUDA, de ANTONIO SKÁRMETA

“-Dime una buena metáfora para morirme tranquilo, muchacho.

-No se me ocurre ninguna metáforam poeta, pero óigame bien lo que tengo que decirle.

-Te escucho, hijo.

-Bueno; hoy han llegado más de veinte telegramas para usted.  Quise traérselos, pero como la casa estaba rodeada me tuve que devolver.  Usted me perdonará lo que hice, pero no había otro remedio.

-¿Qué hicieste?

-Le leí todos los telegramas, y me los aprendí de memoria para poder decírselos.

-¿De dónde vienen?

-De muchas partes.   ¿Comienzo por el de Suecia?”