EL SEÑOR DE LAS MOSCAS, de WILLIAM GOLDING “De un tirón sacó la navaja de su funda y la clavó en el tronco de un árbol. La próxima vez no habría piedad. Se volvió y les miró con fiereza, retándoles a que le desmintiesen. A poco salieron a la luz del sol y se entretuvieron algún tiempo en busca de frutos comestibles…”
|