El túnel, de Ernesto Sábato


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EL TÚNEL, de ERNESTO SÁBATO

“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el procso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.”

El señor Ibrahim y las flores del corán, de Eric Emmanuel Schmitt


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EL SEÑOR IBRHIM Y LAS FLORES DEL CORÁN, de ERIC EMMANUEL SHIMITT

“-¿Por qué no sonríes nunca, Momó? -me preguntó el señor Ibrahim.

Esa pregunta me sentó como unpuñetazo, como una patada para la que yo no estaba preparado. 

-Sonreír es cosa de ricos, señor Ibrahim.  Yo no me lo puedo permitir.

Pues justo para darme la vara, sonrió.

-¿O sea que tú crees que yo soy rico?”

El señor de las moscas, de William Golding


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EL SEÑOR DE LAS MOSCAS, de WILLIAM GOLDING

“De un tirón sacó la navaja de su funda y la clavó en el tronco de un árbol.  La próxima vez no habría piedad.  Se volvió y les miró con fiereza, retándoles a que le desmintiesen.  A poco salieron a la luz del sol y  se entretuvieron algún tiempo en busca de frutos comestibles…”

 

El Perfume, de Patrick Süskind


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EL PERFUME, de PATRICK SÜSKIND

 Era de constitución fuerte; quien sobrevive al propio nacimiento entre desperdicios, no se deja echar de este mundo así como así. Podía tomar día tras día sopas aguadas, nutrirse con la leche más diluida y digerir las verduras más podridas y la carne en mal estado. Durante su infancia sobrevivió al sarampión, la disentería, la varicela, el cólera, una caída de seis metros en un pozo y la escaldadura del pecho con agua hirviendo. Como consecuencia de todo ello le quedaron cicatrices, arañazos, costras y un pie algo estropeado que le hacía cojear, pero vivía. Era fuerte como una bacteria resistente, y frugal como la garrapata, que se inmoviliza en un árbol y vive de una minúscula gota de sangre que chupó años atrás. Una cantidad mínima de alimento y de ropa bastaba para su cuerpo. Para el alma no necesitaba nada.”

El hombre invisible, de H.G. Wells


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EL HOMBRE INVISIBLE, de H.G.WELLS

“Seguidamente se quitó las gafas, y todos los que estuvieron en el bar contuvieron la respiración.  Se despojó del sombrero, y con un movimiento violento, se arrancó los bigotes y los vendajes. Durante uno instantes, los espectadores de esta escena se negaron a creer lo que tenían ante la vista.  Un escalofrío recorrió a todo el grupo…”